Agua y piedra.
Las olas se debaten con fuerza hasta romperse en mil pedazos al estrellarse contra el acantilado.
Piedra y agua. Pelea de titanes.
La roca, imponente, aguanta cada embestida del mar con arrogancia imperturbable. El agua, débil, se fragmenta y vuelve a renacer sobre sus lágrimas saladas, para empujar con renovada fuerza de forma obstinada.
Una y otra vez.
Incansable.
Firmeza contra ductilidad.
Flexibilidad contra rigidez.
¿Quien crees que vencerá?
Yo creo que ganará la flexibilidad, por su capacidad para adaptarse.
La rigidez desgasta, erosiona y destruye.
La flexibilidad moldea y permite volver a reconstruirse sobre los propios restos.
Qué simple.
Qué difícil.
El paso del tiempo nos demuestra que el mar se erige siempre como vencedor, derruye la piedra con sus besos de calmada humedad. Con su conocido mal humor acepta dejarse partir en mil pedazos en cada acometida a cambio de avanzar un paso más, aunque sea imperceptible.
La roca se desgasta.
La piedra se consume.
Y, sin embargo, el mar permanece siempre ahí.
Suave.
Irreductible.
Fuerte.
Devastador.
Pelea de titanes.
Piedra y agua.
El acantilado aguanta con fuerza la embestida de las olas y consigue romperlas en mil pedazos.
Agua y piedra.
El agua, débil, se fragmenta y vuelve a renacer sobre sus lágrimas saladas.
Y tú, que con cierta sorpresa me lees… ¿eres roca o eres mar?
La trama Jorgiana
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