Marlén hoy se siente pensativa y sombría, por ello desea contarte lo que mora en su mente.
Sé que tú tal vez no dispones de tiempo suficiente o, simplemente no sientes ganas de escuchar lo que se agita en sus entrañas.
Es lógico.
¿A quién le tienta escuchar la historia de los demás?
Aunque… pensándolo bien. ¡Qué curioso! Sus problemas tal vez no son muy desiguales de los tuyos.
Da igual… A quién le importa ¿verdad?
Pero para ella sí será importante que la escuches. Será una pequeña terapia.
Un espejo en el qué reflejarse, y quizás en el que tú también descubras una imagen nueva.
Por si quieres saber te diré que…
Ella hoy se aísla de todo y de todos, va en busca de una obligada soledad. Necesita esconderse y allí buscar un refugio.
Su refugio.
Precisa aislarse del mundanal barullo exterior, ya que su propio ruido interior, en este instante, resulta atronador para sus sentidos.
Lo encuentra.
Éste es un habitáculo pequeño, construido con maderas nobles y tela de saco.
Acomoda en su terminal móvil una melodía que endulza el ambiente. Es música de los ochenta, y ella en este momento, anhela aquellos recuerdos de perdida juventud. Siente que la melancolía casa bien con la nostalgia, y las canciones de su recuerdo la transportan a tiempos que ahora se le antojan más felices.
Toma aire. Este huele a humedad y hojas secas. Se da cuenta que, en el intento, apenas ha conseguido impulsar el pecho.
Vuelve a tomar aire.
Esta vez sus pulmones se abren al invisible oxígeno.
Comienza a caer la noche lentamente, como una sombra alargada que se despliega en el horizonte cubriendo con su oscura capa el mundo exterior.
Con una simple cerilla ilumina la estancia a través de una vela. El chisporroteo del encendido alumbra por un instante su rostro cauteloso, y después la apaga con un soplido. Sólo queda en el ambiente el humo en suspensión. Sonríe.
Le encantan las cerillas, el olor a fósforo es para ella uno de los aromas de su niñez.
Al conjuro de sus dedos, surge en el lugar una luz suavemente dorada.
Una agradable sensación de bienestar la absorbe y relaja.
Por un momento, deja descansar la mirada y permite que la paz que busca llame a su puerta.
Abre los ojos y también intenta recrear lo mismo con los del alma.
No lo consigue.
Respira hondo de nuevo, buscando una mayor relajación.
Ahora comienzan a flotar por encima de su cabeza los acordes rítmicos de “The Wall”de Pink Floyd. La melodía construye a su alrededor un muro irreal en el que se siente cómoda por un instante. Deja la vista perdida sobre el horizonte, pero ésta se estrella contra la pared más próxima.
Muro, pared… Siente los límites exteriores como si fueran propios. No puede volar, se le ha olvidado abrir los ojos del corazón.
Observa la llama de la vela.
Esta se mueve plasmando cien formas diferentes.
Esa alegre danza capta su atención. Parece bailar al compás de la balada, embrujada por el solo de guitarra hipnótico que suena en ese momento.
Así se siente. Así es ella… Un alma libre que agita el viento. Siempre moviéndose bajo el impulso de la influencia que le envían otras personas, gentes que a su capricho la hacen adoptar mil estilos, mil maneras. Pero ninguna es totalmente suya.
La llama se para. Parpadea.
Su vida no. Su vida sigue.
Ahora es Fito Paez quien entona “Me equivoqué otra vez”.El destino, juguetón, elige las canciones para hablarle de su vida.
Por enésima vez se queda mirando la llama de la vela, esta vez ella parece devolverle la mirada.
Le habla.
A Marlén le gusta lo que dice.
La invade una oleada de paz, más placentera por buscada. Cierra los ojos y se abandona a ella.
¿Alguna vez has escuchado una vela?
No dejes de hacerlo.
Te hablará de ti.
Liberará tus pensamientos.
Inventará la manera de que escuches a tu corazón.
Marlén abre nuevamente los ojosy, para su sorpresa, se da cuenta de que ve exactamente lo mismo que cuando los tenía cerrados.
Piensa en el futuro, aunque es consciente de que el futuro no piensa en ella.
Curiosamente van unidos y aun no se conocen.
Respira.
Observa la llama, ésta le sonríe.
Deja de mirar la llama. De repente siente extraño desazón.
Detiene sus pensamientos y sigue de cerca a esa sensación que la asalta.
Con sorpresa se da cuenta de que son sus zapatos los que realmente le aprietan el alma.
No sabe cómo descalzarse.
Niega con la cabeza.
La llama le ha dado la idea.
Creará un jardín. Sí, su propio jardín.
Un jardín en el que caminará descalza, sintiendo la energía que surge del suelo.
Pero no tendrá enanitos, ni lo forjará sobre la tierra. Lo engendrará sobre las cenizas de su alma. Sobre todas las cosas que creyó muertas y sólo están dormidas en el sueño de las dudas.
Será un jardín que le regale cada día diez flores, diez olores, diez ilusiones.
Será un jardín que le recuerde a ti.
La trama Jorgiana
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